Aragón - Provincia de Huesca


Monasterio de Santa María de Alaó
(Sopeira, Ribagorça)

42º 19,046'N ; 0º 44,942'E   





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Nos encontramos ante uno de los cenobios más importantes de la zona durante la Edad Media, que ha logrado conservar hasta nuestros días, una numerosa documentación de la historia y vida del monasterio, recopilada en un Cartoral. Se trata de 327 documentos que van desde el 806 hasta el año 1245. Se cree que los inicios del monasterio se remontan a la época visigótica, cuando estaba dedicado a San Pedro. La primera noticia sobre una construcción religiosa en la zona es del tiempo del conde Bigó de Tolosa (806-814), cuando en un precepto cita la celda de Alaó, encomendada al presbítero Grisogono. A partir de ese momento se fue incrementando el patrimonio de forma muy notable, extendiendo su dominio a ambos lados de la Noguera Pallaresa.


Pronto pasó formar parte del obispado de Urgell, momento en que se cambió su advocación por la de Santa María, nombre con el que aparece en el acta de consagración de la Seu d'Urgell . A finales del siglo IX pasó a depender del recién creado obispado de Pallars.

Alaó vivirá un primer momento de esplendor bajo la batuta del abad Frugell (855-874), obteniendo varios privilegios por parte de los nobles de la zona, como el de elegir el abad o de inmunidad. Un siglo más tarde, con el abad Altemir, se introduce la regla benedictina. También en este momento se crea el obispado de Roda, por intervención directa del arzobispo de Narbona, que también estará detrás de la elección del abad Oriolf. Es durante el mandato de éste, entre los años 968 y 977, que se vive la época más brillante del cenobio, aunque se sufre una importante regresión en cuanto a la independencia del monasterio. Nuevamente los abades volverán a ser nombrados por el conde de Ribagorza, que a cambio les dará protección. Así pues Unifred I Bernat de Ribagorza impulsó una renovación de la vida monástica y la construcción de una nueva iglesia.

El siguiente siglo será todo lo contrario, pues se iniciará una importante crisis en el seno del monasterio. Esta situación viene propiciada por la falta de interés del condes por cenobio, en parte por los problemas internos del linaje ribagorzano. Por este motivo y coincidiendo con la boda de la condesa Mayor de Ribagorza y ​​el conde Ramon III de Pallars Jussà, monjes de Alaó acercarán más al Pallars.

A partir del 1050 el condado de Ribagorza es gobernado por miembros de la dinastía pamplonesa, que llevará a una nueva mentalidad política y de gestión del territorio. Los condes se consideran protectores de los monasterios y guardianes de la disciplina monástica. Por ello, en 1068, el rey Sancho Ramírez entregó el monasterio a la catedral de San Vicente de Roda.

A finales del siglo XI, el obispo Ramon Dalmau de Roda reorganizó el cenobio y establecer el modelo cluniacense, nombrando abad a Bernat Adelmo, monje de San Victorián de Asán .

Los dos siglos posteriores, el XII y el XIII, formarán parte de una nueva época de apogeo del monasterio, en gran parte por que nos encontramos en un momento de esplendor de la orden benedictina, que permitió una importante recuperación espiritual y posteriormente material. Los obispos de Roda favorecieron el monasterio con la consolidación de sus posesiones y permitiendo su expansión por los territorios fronterizos.


Como sucede habitualmente, después de un momento de expansión, llega una época de decadencia, que en el caso de Alaó culminará con el nombramiento de abades comendatarios.

Alaó continuó siendo un monasterio de referencia y con mucho peso político en la zona. Formaba parte de la Congregación Claustral Tarraconense y Cesaraugustana y por eso sus abades eran convocados a la Provincia Tarraconense. También formaban parte del estamento eclesiástico de las Cortes de Aragón y del brazo nobiliario en las Cortes Catalanas, como varones de Miralles. El rey Pedro III los nombró miembros del Consejo Real y formaron parte de la Diputación General de Aragón hasta finales del siglo XVII.

En 1835 se produjo la exclaustración del monasterio y por lo tanto se inició el abandono de los edificios, con su consecuente deterioro y en la mayoría de casos derrumbe y desaparición. La iglesia se salvó de esta situación en convertirse en parroquia de Sopeira en 1874.


El templo es una muestra clara de la pervivencia de las formas lombardas en pleno siglo XII. Tiene planta basilical de tres naves, copas al este por tres ábsides semicirculares, el central más alto y grande que los laterales.


En la parte central de cada uno de los tres ábside se abre una ventana de medio punto y doble derrame. En la parte inferior del ábside central vemos una pequeña ventana en forma de aspillera, correspondiente a la cripta.


Bajo la cornisa de los tres ábsides hay un friso ajedrezado, que se apoya en arcos ciegos.


Esta misma decoración recorre los muros laterales del templo.


La nave central está cubierta con una bóveda de cañón, reforzada con tres arcos torales.


Las naves laterales, en cambio, están cubiertas con bóvedas de arista.


Las naves están separadas por arcos formeros. Estos arcos se apoyan en pilares cuadrados, algunos de ellos a través de una columna y otras mediante una pilastra.


Los arcos formeros de los dos últimos tramos de la nave no se apoyan en pilares, si no en una columna monolítica. Todas las columnas tienen sus capiteles esculpidos con motivos vegetales o zoomórficos de la primera mitad del siglo XIII. Su factura nos recuerda a los de las próximas iglesias de Roda, Tolba, Luzás o Montañana .


Los dos capiteles más interesantes son los que se corresponden con las columnas exentas de la parte más occidental del templo. En el del lado norte se representaron aves en los ángulos y lazos en la parte central. El otro capitel presenta unas águilas en los extremos y bolas en la parte central.


En los arcos formeros más cercanos al presbiterio podemos observar que sus aristas no son regulares, como si se hubiera eliminado alguna estructura. Efectivamente en este tramo de la nave central estaba instalado el coro, destinado a la comunidad monástica.


Este fue retirado y actualmente se encuentra a los pies de la nave central.


Podemos observar otra particularidad en esta zona de la nave central como es el hecho de no tener un arco toral. De ahí que las pilastras adosadas al pilar de este punto, no llegan hasta el suelo si no que están terminadas en una gran ménsula decorada con tres bolas.


Como ya hemos comentado, bajo la cabecera hay una cripta, en la que se accede desde los ábsides laterales del templo. Se trata de una pequeña cámara, que recorre el perímetro del presbiterio de la nave principal y que está cubierta por una bóveda de cañón de perfil muy bajo. En el tambor absidal se abre una ventana de un solo derrame. La cripta se ilumina y mantiene visión directa con la nave principal gracias a dos hileras de tres ventanas abiertas en los escalones que permiten salvar el desnivel entre el presbiterio y la nave.


Algunos estudiosos afirman que la cripta era en realidad una parte de la iglesia visigoda, previa a la construcción de este templo del siglo XII y que fue reconvertida en cripta. Esta tesis estaría fundamentada en el hecho de que junto a la ventana podemos ver los restos de una inscripción con letra visigótica donde se consagra el templo a los santos Nereo y Basilio.

Por otro lado y ocupando gran parte de la bóveda de la cripta, encontramos otra inscripción, que en este caso nos habla de la consagración del templo el 16 de septiembre de 1123 en San Pedro y San Pablo.



También se pueden ver algunas cruces de consagración y lo que parece un crismón.


El abad Benito Latrás murió durante las Cortes de Aragón del 1682. Su cuerpo fue trasladado al monasterio de Alaó, donde según la tradición fue depositado en la cripta, donde se veneraba como santo. De ahí que los caminantes que pasaban junto al monasterio camino del Paso de Escalas o de la Trompeta, que era un desfiladero peligroso, tiraban una moneda por la ventana de la cripta para pedir un buen camino al "Cosan" o Cuerpo Santo. Desgraciadamente fue quemado, junto con la talla de la Virgen y otros elementos litúrgicos en 1936.

El pavimento del templo es todavía a base de pequeños guijarros de río formando figuras geométricas.


En el presbiterio, en cambio, encontramos una interesante decoración formada por una cenefa de cuadrados rojos, colocados en diagonal, que rodean tres hileras de círculos hechos con piezas rojas y blancas sobre un fondo negro. Algunos estudiosos dicen que son margaritas ...


A su lado hay otro panel, que en este caso tiene un pez de color negro y seis círculos del mismo color, en una clara alusión a la escena bíblica de los panes y los peces.


A los pies del templo, en las naves laterales, una pila bautismal y una pila de aceites.


También se conservan dos bellas picas de agua bendita.


Se accede al templo por una puerta abierta en el muro sur, en el espacio correspondiente al cuarto tramo de la nave. Es de sencilla factura, formada por dos arcos de medio punto en gradación, rodeados por un friso ajedrezado, y con una arquivolta apoyada en dos columnas entre ambos.


En la parte central del friso ajedrezado hay un crismón esculpido.


Desgraciadamente, los capiteles de la arquivolta están muy erosionados y no se identifican los motivos con que fueron esculpidos. El del lado derecho es el que mejor ha superado el paso del tiempo.


En el lado norte del templo se abre otra puerta, cegada hasta no hace muchos años, y que comunicaba con el claustro y las dependencias monacales. Esta puerta es de factura aún más sencilla, formada por dos arcos de medio punto en gradación.


Durante el año 2007 se excavó el espacio conocido popularmente como "el huerto del cura", donde bajo grandes cantidades de escombros afloraron los muros perimetrales del claustro y otras dependencias monacales.


Por la existencia de algunas bases encontradas in-situ se ha deducido que cada una de las galerías estaban formadas por arquerías con columnas y capiteles simples.


En el muro norte se conservan algunas ménsulas donde se apoyaba la cubierta del claustro, probablemente de madera.


También en este muro apareció una lápida funeraria en nombre del "venerable Unifred".


En el lado este del claustro y formando parte de la actual sacristía, podemos seguir el perfil de cuatro arcos que formaban parte de sala capitular. Hay un arco de mayores dimensiones, que era el antiguo acceso. Estaba flanqueado por dos pares de arcos, a modo de ventanal. En el lado norte se ha perdido el segundo arco.


En el extremo noroeste del templo se construyó en el siglo XVII la gran torre campanario.


Cerca del monasterio encontramos el Pont d'Alt , que permitía el paso del río Noguera Ribagorçana a los peregrinos.