La primera vez que se documenta el templo de Sant Miquel es durante la visita del obispo del año 1312.

El templo está formado por una nave rectangular de pequeñas dimensiones, a la que se le añadió un ábside en el lado este. Este es más alto que la nave debido a una construcción posterior, la función de la cual es desconocida. La nave está parcialmente enterrada, debido al desnivel del terreno.

El ábside está cubierto con una bóveda de cuarto de esfera y la nave tiene una cubierta de madera, que se apoya en dos arcos de factura posterior.

En el muro oeste encontramos la puerta de acceso. Para poder acceder a ella desde la calle hace falta que subamos unos cuántos peldaños, que hasta hace pocos años estaban cubiertos por un pórtico, ahora desaparecido.

La puerta está formada por dos arcos apuntados, realizados con las dovelas de piedra calcárea. 

A su derecha, empotrada en el muro, encontramos una pica de agua bendita.

En una fotografía del año 1932 se puede observar la existencia de un retablo gótico, muy parecido al de la vecina San Joan de Casellas, por que fueron hechos por el mismo autor, conocido como el Maestro de Canillo, pero de menores dimensiones.

Presidiendo el retablo había una imagen del arcángel, muy similar a la que hay en la actualidad en el templo. El resto del retablo ha desaparecido y en su lugar encontramos uno de factura moderna, que evoca las trazas góticas. No he podido descubrir que pasó con el retablo, ni confirmar si la imagen es original o bien un copia. 

Recientemente se ha restaurado la predela del retablo, que forma parte de la colección de Crèdit Andorrà. 

En la misma fotografía se podía contemplar la talla de un Cristo Crucificado de aproximadamente un metro de altura, de finales del siglo XII o principios del XIII. La tradición popular dice que fue retirada por orden del obispo, en una fecha indeterminada, por que presentaba un estado de conservación muy deficiente. Se desconoce que ha pasado con esta imagen.