BLANCO Y ROSICLER (1946)   (algunos poemas de este libro)

 

PÓRTICO


Si amor infunde aliento a mi albedrío
cantaré enamorado en lengua nueva,
pues amorosamente se renueva,
anhelante de anchura, el viejo río.

Amanece copiosa de rocío
una ternura que a volar me lleva,
y no parece ser sino que llueva
de las plantas al cielo del estío.

Rosa de amor, ciprés de amor, concibe
la perla de imperial valor que aumente
la dulzura y la fuerza con que vive

transfigurándose celosamente
el alma cuyo afán se circunscribe
al foco de la luz indeficiente.
 
 
 

VILLANCICOS

 

En plata labra el joyel
el primoroso platero.
¡Qué claridad de lucero!
¡qué timbre le da el cincel!

 

La plata que reflejó
humildemente al sol vivo
a un tiempo le halló cautivo
en la luz con que le vio.
Suene —vihuela y rabel—
el coro de Navidad,
pues el artífice ya

en plata labra el joyel.

 

El maestro celestial,
configurando su joya,
en la pureza se apoya
del preparado metal.
Suene —flautín y pandero—
el coro de Navidad,
que en lucido empleo está
el primoroso platero.

 

El suavísimo color
que el arte le comunica
saca a la materia rica
un brillo de más valor.
Cante, pintado y ligero,
el coro de Navidad
y salte de gozo. ¡Ah!
qué claridad de lucero!

 

Vibra el amor en la luz
con tan vigoroso acento
que da un estremecimiento
de savia nueva a la cruz.
Baile —avenuz, cascabel—
el coro de Navidad,
que el joyel con vida está:
¡qué timbre le da el cincel!

 

 

 

EL DIABLO Y DIOS

La tentación embebe,
como fuera del tiempo y del espacio,
en el color de eternidad de un número
superado en potencia aflictiva.

Los besos, los inciensos y los oros ilícitos
—vitandos ya en idea
sazonada con sangre debida al amor—
sugieren vagas formas opuestamente obsesivas
en el ensueño, en el deseo, en la nostalgia,
en la tristeza, en la tortura.
 

Y crece hasta romperse la ilusión
de traspasar los límites del espacio y del tiempo,
aunque en la estancia de un rincón de mundo
palpiten y oscilen relojes, termómetros,
y se deshojen rosas
y calendarios consentidos
al girar de la Tierra.

Ordenándolo todo, más allá y más acá
del mal, y aun dentro del mal mismo,
está la Providencia.
¿Quién, sumido en el fango hasta los ojos,
no pugna por librarse,
una y mil veces ávido de luz?

Al escindir su realidad, compuesta
de pasión y deber, convirtióse la vida
en monstruo devorante de sí mismo.
Mas la gracia conmueve, unifica y levanta las fuerzas naturales
para el vuelo triunfal.
 

MÁGICA INFANCIA (fragmentos)

 

 

Alegría de clarión
en negrura de pizarra;
piano, violín y guitarra
de juguete —con el son,

 

con el barniz y el aroma
que percibió mi niñez,—
cual por celeste maroma
venid, venid otra vez.

 

Enarbolando sombrillas
de vaporosas doncellas,
volved, volved, maravillas;
tornad, ilusiones bellas.

 

 

Dorad los días festivos,
teñid de grana las nieves,
brisas de tardes de jueves,
primavera en setos vivos.

 

Poned incienso en el ascua
partida de fuego nuevo
y azulad un blanco huevo
para la mona de Pascua.

 

Soplos de mayo precoz,
vibrad en los caramillos
y estremeced nuestra voz
como cuando monaguillos.

 

*

Arrulladme, concertinas;
despertadme, golondrinas.
¡Oh, verbenas! ¡oh, alboradas!
¡flores de fuego! ¡enramadas!

 

Cielos de hadas y brujas,
henchid cristal de burbujas
y, en papel añil y rojo,
cometas de vuelo flojo.

 

Inspiraciones de amores
inocentes, blandos ecos
de alondras y ruiseñores,
llenad encajes y flecos.

 

Cándido y áureo recuerdo
de primera comunión,
incítanos a volver do
se angeliza el corazón.

 

Reminiscencias nubladas
de nuestra vida más pura,
devolvednos la ventura
a través de las coladas.

 

Luego al desaparecer
dejadnos, entre alhelíes,
plumaje de colibríes
para soñar y querer.