Había una vez en un pueblo una niña, la niña más linda que se haya visto jamás, su madre estaba loca con ella y su abuela mucho más aún. Esta buena mujer le mandó hacer una caperucita roja, y le quedaba tan bien, que en todas partes la llamaban Caperucita roja.
Un día que su madre había cocido y hecho tortas le dijo:
-Vete a ver cómo se encuentra tu abuela, pues me han dicho que estaba enferma; llévale una torta y este tarro de mantequilla.
Charles Perrault
Había una vez, (y no pienses que habrá más veces en tu vida, por muy optimista que veas el panorama, las cosas suceden una sola vez, lo que se repite no es que sea caricatura, sino copia, remiendo que es menos inteligente actividad que la caricatura) en un pueblo (pero no en un pueblo cualquiera, porque la gente piensa que en todos los sitios se cuecen habas y narraciones fantásticas, pero es mentira, los pueblos tienen las historias que se merecen sus gentes y existen muchos que no dan la talla ni para un cuento, ni una fábula, éste del que hablamos dio cuerda para muchos siglos, pero nadie supo su nombre) una niña, la niña más linda que se haya visto jamás, (en realidad era una niña más bien del montón, lo que ocurre es que Perrault era un fantasioso y un poco miope, de ahí que incurra en tamaña exageración). Y su madre está loca con ella. (En efecto, su madre estaba loca de atar, porque no sabía qué hacer con aquella terrible criatura, pues la niña se pasaba el día persiguiendo al gato, haciendo puntería en los pucheros de la cocina, maldiciendo a todas horas la desgracia de haber nacido en un bosque sin más compañía que los animales del bosque, que, ¡menudos animales!). Y su abuela mucho más aún. (Bueno, lo de la abuela era ya de psiquiátrico, a la pobre mujer no la habían internado porque en ésta época, que es una época muy extraña, los hospitales aún no internaban a los locos, porque no tenían muy claro lo que era un loco, pero la abuela lo estaba por culpa de su nieta, tanto es así que cada vez que se enteraba de que venía a su casa, se subía al desván y no bajaba hasta que la niña se había marchado)... |