Galicia - Provincia de Ourense
Monestir de San Pedro de Rocas
(Esgos, Ourense)
42º 20,517'N ; 7º 42,806'O
Desde el año 1970, se conserva en el Museo Arqueológico Provincial de Ourense
una lápida encontrada en este monasterio.
En
ella se describe que en el año 573 un grupo de ascetas decidieron vivir en este
lugar en oración.
Algunas fuentes aseguran que se trata de la lápida fundacional del cenobio,
mientras que otros estudiosos afirman que la comunidad ya existía mucho antes
y la lápida es sólo un testamento.
Fruto de las numerosas incursiones musulmanas por la zona de principios del
siglo VIII, el monasterio quedó abandonado.
No
fue hasta el año 900, en que el rey Alfonso III inició la repoblación de la
zona, que el monasterio volvió a ser habitado.
La
tradición nos dice que el caballero Gemondus fue de cacería por aquellos
bosques y persiguiendo un jabalí, se topó con el antiguo monasterio, excavado
totalmente en la roca.
Entonces decidió quedarse a vivir como ermitaño, al que se le sumaron otros
caballeros, que lo nombraron abad.
Esta primera comunidad restaura las dependencias e inicia una primera etapa de
esplendor del cenobio, que pronto recibió varios privilegios por parte de la
monarquía astur-leonesa.
El
23 de abril del año 1077, el rey Alfonso V, confirma todos los bienes y
privilegios otorgados por sus predecesores y consolida la comunidad, que se
regirá bajo la regla de San Benito.
De
esta época es la iglesia rupestre, una de las joyas del prerrománico y
románico gallego.
Está excavada en la roca, de ahí su particularidad.
La
forman tres naves irregulares, acabadas en ábsides semicirculares.
Las bóvedas de las naves, aunque bastante irregulares por estar excavadas en
la roca, son de medio punto.
La
de la nave central fue reforzada por un arco toral en el siglo XVI.
En
el segundo tramo de la bóveda central, se abrió un agujero, que permite el
paso de la luz exterior, iluminando cenitalmente la iglesia.
Presidía el ábside central un altar del siglo X, decorado con arcos de
herradura.
Desgraciadamente, en la actualidad sólo pueden contemplar in situ su pie, pues
el ara fue trasladada al Museo Arqueológico Provincial de Ourense.
Aunque la cronología oficial sitúa esta obra en el siglo X, debido a su
apariencia visigótica o mozárabe, hay muchos estudiosos, que consideran que su
datación debería ser anterior.
Dos arcos de medio punto comunican la nave central con las laterales.
La
del lado de sur tiene planta trapezoidal, bastante alargada.
En
el lado derecho hay excavado un arcosolio, en el que se encontraba la lápida
fundacional, descrita anteriormente.
La
nave norte tiene una planta casi cuadrada.
También tiene excavado en el muro lateral un arcosolio, que se cree que
alojaba un sepulcro.
Tiene la particularidad de estar decorado con pinturas murales.
Son los únicos restos de pintura mural encontrados hasta ahora en Galicia.
Fueron realizadas entre los años 1175 y 1200 y representan un mapa mundi.
Desgraciadamente su estado de conservación es muy deficiente, probablemente
debido a la humedad de la roca.
Es
precisamente el siglo XII cuando el monasterio atraviesa su momento de máximo
esplendor.
Así lo demuestra la antigua fachada de la iglesia.
En
ella se abren tres puertas, una para cada nave.
La
del lado norte es del siglo XVI y está formada por un sencillo arco de medio
punto.
La
puerta central está formada por una doble arquivolta, sencillamente decorada
con motivos vegetales.
Los arcos se apoyan en impostas ajedrezadas, que descansan en pilastras.
La
del lado sur es muy similar, pero de menores dimensiones.
Las impostas han "sobrevivido" mejor el paso del tiempo.
A
su lado encontramos dos sepulcros, con las imágenes de dos caballeros yacentes.
Se
trata de Gondamáriz y Oveco Seixas, muertos en batalla contra Bermudo II.
En
el siglo XIII se decide ampliar el templo con una nave perpendicular a las
otras tres.
Este espacio es conocido como "iglesia nueva".
Posteriormente se le añadió una nueva estancia, a modo de presbiterio, al
norte de esta nueva nave, separada por un sencillo arco de medio punto.
El
suelo de la nueva iglesia está lleno de tumbas antropomorfas excavadas en la
propia roca.
También podemos encontrar ocho sepulcros más en el espacio existente entre el
templo y las dependencias monacales.
La
espadaña es otro de los elementos característicos de este cenobio.
Está construida sobre una roca, en la que se abrió un arco de medio punto,
ligeramente apuntado y se practicaron unas escaleras.
A
finales del siglo XV se reconstruyó, bajo la dirección de Gonzalo de Peñalva.
También se reconstruyó la fachada de la iglesia en el siglo XIX.
En
ese momento se abrió la puerta actual y se cegó la original, que permitía el
acceso a la iglesia nueva.
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