Reino de Navarra
Palacio-Castillo de los Reyes de Navarra
(Olite)
42º 28,906'N ; 1º 38,979'O
El año 621 el rey Suintila establece en Olite un núcleo fortificado, sobre
un antiguo oppidum romano, en la retaguardia de Pamplona, para
evitar las incursiones francas hacia el valle del Ebro.
Durante la ocupación musulmana y los primeros tiempos de la monarquía
navarra Olite no tuvo ningún tipo de importancia. No fue hasta el reinado de
García Ramírez el Restaurador, que Olite empezó a recuperar un cierto lugar
de privilegio. En 1147 el monarca le otorgó el fuero de Estella. Esto hizo
que se produjera una dinamización comercial de la ciudad, sólo truncado por
las diversas plagas de peste negra del siglo XIV. Fue en este siglo que Olite
empezó a ser sede de la monarquía de una manera más o menos estable hasta
el fin del reino de Navarra en 1512. A partir de este momento el palacio se
convierte en hogar ocasional de los virreyes, dónde esporádicamente se
alojaron los monarcas españoles cuando visitaban Navarra.
En 1813 fue destruido por las tropas francesas, que lo quemaron. Todos los
techos cedieron y sólo quedaron en pie algunos de sus muros
perimetrales. Por suerte la Diputación Foral prohibió en 1888 la venta y el
expolio de sus materiales, porque muchos habitantes de la zona querían
aprovechar sus piedras para hacer casas. En 1937 se empezó su restauración
según los criterios de la época, rehaciendo completamente sus dependencias.
Esta restauración ha sido criticada por "la artificialidad" de
algunas de sus construcciones, pero gracias a ella se ha conseguido conservar
el edificio y ahora podemos pasearnos por su interior y recordar los momentos
gloriosos que vivió.
El Palacio Real de Olite está dividido claramente en dos edificios, situados
a derecha e izquierda de la iglesia
de Santa Maria. En el lado izquierdo encontramos el Palacio Viejo.
Es un recinto rectangular construido en el siglo XIII. En cada uno de sus ángulos
se levanta una robusta torre coronada con almenas.
En 1414 se produjeron las primeras reformas. Fue derruida una gran torre
central conocida como Torre de los Milagros y se abrieron nuevas ventanas más
amplías. Destaca la que podemos encontrar en el lado izquierdo de la fachada
Se trata de una ventana gótica decorada con los motivos heráldicos de Carlos
III.
Las siguientes reformas se produjeron en 1584 cuando se construye la actual
puerta de acceso y ya en 1966 se restauró por convertirlo en Paradero
Nacional. Se conservaron los muros perimetrales, si bueno todo el interior es
de factura moderna. Posteriormente en 1975 y en el 2002 se ampliaron sus
instalaciones.
Carlos III decidió ampliar el palacio construyendo uno nuevo a su lado. La
gran impulsora de este nuevo edificio fue su esposa Leonor, que estaba al
tanto de las obras que los Trastámara estaban haciendo en el alcázar
de Segovia.
Todo el recinto se articula alrededor de una gran torre de planta trapezoidal.
A alrededor encontramos varias estancias y patios que se fueron añadiendo
al cuerpo central del castillo.
Al acceder al recinto del castillo nos encontramos con un gran patio, conocido
como "el jardín viejo". Está delimitado por el ábside de
la iglesia de Santa Maria, su torre de campanario, la base del cual es de
origen romano y otro jardín conocido como de los naranjos. A su lado
encontramos, bajo la Galería del Rey, el espacio dónde se
guardaban los numerosos pájaros exóticos de que disponía el castillo. En
los muros todavía se pueden observar los orificios que servían de nido a las
aves. Hay que recordar que las monarquías europeas eran muy aficionadas a
coleccionar animales exóticos de toda clase. En varios documentos se menciona
la valía de la colección del castillo dónde se podían encontrar leones,
avestruces, cisnes, ardillas, halcones, zorros, un camello, una jirafa, jabalís, lobos,
búfalos y un papagayo, entre otros. También eran
importantes los jardines y huertos de que disponía el castillo, dotados de un
importante sistema de riego con canales y aljibes.
Si entramos a las dependencias del castillo, lo hacemos a través de la sala
conocida como de las Excavaciones, por las tareas arqueológicas que se
llevaron a cabo durante la reconstrucción del castillo. En ella se pueden
ver restos del pavimento original, así como grandes apoyos y columnas de más
de ocho metros de altura, que sostenían el suelo de esta sala. Algunas
fuentes apuntan que podrían existir algunas dependencias bajo esta sala,
debido a la espectacularidad de estos pilares y que en algún momento fueron
cegadas. Otras, en cambio, afirman la existencia de estas columnas sólo
responde a la necesidad de nivelar el terreno. Tendremos que esperar a nuevas
campañas de excavaciones para encontrar solución a la cuestión.
Si seguimos adelante llegamos a una de las joyas del palacio y que todavía se
mantiene con la cubierta original. Se trata de una gran sala cubierta con unos
impresionantes arcos apuntados de 10 metros de diámetro. A pesar de la belleza de
la sala, ésta no tenía ninguna utilidad y de hecho se encontraba cegada. Su
función era la de servir de base al claustro con el jardín colgante que hay
en las dependencias de la reina.
Subiendo por la escalera de caracol de la Gran Torre llegamos a los aposentos
de la Reina y del Rey. De ellas sólo se conservan los muros perimetrales
originales y los agujeros de las grandes chimeneas, hoy reconstruidas.
Junto a la sala del Rey y si nos dirigimos hacia el exterior, nos encontramos
con una sala que todavía conserva paneles de yeso esculpidos con
decoraciones de clara influencia islámica, hechos por artistas mudéjares.
Son los únicos elementos decorativos que nos han llegado de las habitaciones del
castillo. Desgraciadamente durante mi visita en Julio del 2005, esta sala y
otras dependencias estaban en proceso de restauración y no los pude ni
contemplar ni fotografiar.
Lo que si pude contemplar es otro de los elementos decorativos que nos ha
llegado parcialmente. Se trata de la Galería del Rey. Está formada por dos
galerías sobrepuestas de arcos apuntados decorados con finas tracerías
polilobuladas góticas. De los tres espacios en que está dividido, uno y medio
todavía son los originales, mientras que la otra mitad fueron reconstruidos
tomando como modelo los que se conservaban.
Estos arcos también sirvieron de modelo a la hora de rehacer el Claustro de
la Reina o jardín colgante, que todavía conserva algún elemento decorativo
original como un ángel esculpido.
La visita al castillo nos lleva a contemplar las diferentes torres que tenía
el palacio. La más bella es la conocida como Torre de los Cuatro Vientos
o anteriormente conocida como la de "las tres finistras" desde dónde
se podía divisar el Santuario
de Ujué. Es un mirador de planta cuadrada. En tres de sus muros se abren
unas ventanas apuntadas, que permiten acceder a unas bellas tribunas decoradas
con tracerías góticas, reconstruidas.
Cerca de este mirador encontramos la torre de la Atalaya o del Vigía. Se trata de
una maciza torre de planta rectangular coronada con almenas. En la parte más
alta encontramos "la copa" o torreón circular destinado a la
vigilancia
La otra torre interesante del castillo es la conocida como la Torre de las
Tres Coronas. Tiene planta octogonal y está dividida en tres pisos separados
por pasillos exteriores protegidos por almenas. Debido a las reducidas
dimensiones de sus pasillos y escaleras, así como su "fantsiosa"
estructura, que nos recuerda a los castillos de los cuentos de hadas, la
tradición popular lo ha denominado como Torre de los Juegos, destinada a la
niños del castillo. Está coronada con una cubierta piramidal de pizarra. Esta,
como el resto, originariamente no eran de pizarra si no de plomo.
A los pies de esta torre y orientada hacia el norte encontramos el pozo de
hielo, con una curiosa forma ovalada.
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